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J U L I O 2 0 1 0


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Hace muchos años que este viaje nos estaba esperando. La idea de viajar a la isla donde nació Rehana estuvo presente, rondando en nuestras cabezas, prácticamente desde que nos conocimos. Pero ya fuera por el recrudecimiento de la guerra, por el Tsunami del 2004, o por la pereza de vernos obligados a visitar a familia y demás, lo hemos ido posponiendo años tras año. Este verano finalmente vamos a cumplir con una gran ilusión y visitar Sri Lanka.


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lunes, 19 de julio de 2010

Subiendo montañas: esto es vida.

Día 18, Ella.
Desayuno de campeón a las 7 y media de la mañana: rotti con clase, té sabroso de la tierra, confitura de piña de propia cosecha, un estofadito de patatas con cebolla un pelín picantón y por supuesto el imprescindible pol sambol. Así desayuna un tío hecho y derecho y aunque aquí difícilmente pasan del 1,60, con todos mis respetos para las personas más pequeñas de talla pero no de corazón, todos zampan por igual. Comen como limas y todo el tiempo. Será el calor.
Ha valido la pena recargar pilas porque a las 8 y media nos hemos ido a subir una de las dos montañas más altas de la zona, la Ella Rock. El Little Adam's Peak a un lado y el Ella Rock al otro enmarcan el verde valle donde se encuentra ubicada Ella. Es un lugar precioso y ya que en Nuwara Eliya no pudimos hacer la ruta del Adam's Peak hemos decidido ascender hoy, que hace un día claro y no parece que pueda subir la niebla, al Ella Rock y disfrutar de las vistas impresionantes. Nos ha acompañado Sanat, un local con cuerpo de niño que va descalzo todo el tiempo y se las sabe todas. La ruta, ida y vuelta, son 3 horas y la exigencia no es demasiada hasta la última hora en la que el terreno se empina de cuidado. Tras unos 2 Km andando por la misma vía del tren que une Ella con Haputale en uno de los trayectos clásicos para todo viajero, sin problema porque sólo pasan 4 trenes al día y todo el mundo por estas tierras la usa como camino, nos hemos adentrado en la montaña. Hemos cruzado varias plantaciones de arroz y algunas huertas bien irrigadas hasta llegar a una cascada muy bonita que tiene una caída bastante grande. A partir de ahí hemos empezado a ascender entre la maleza, el bambú, los eucalíptos y numerosas plantas de té. El camino cada vez más empinado, estrecho y escondido, se hace difícil de seguir a medida que íbamos avanzando. Hemos ido encontrando a lo largo de la senda camaleones en cada árbol, pájaros multicolor, mangostas escurridizas e incluso serpientes apareándose en un baile muy estético, algo rarísimo de ver así como así. Tras media hora de áruda y sudorosa subida hemos hecho cima. Las vistas de todo el valle increibles y la paz y tranquilidad desde ahí arriba indescriptible. De vuelta, a desandar lo andado. Bajar es tan difícil y cansado como subir.
Exahustos a la llegada, lo mejor, la refrescante Coca Cola, en botella de cristal y de las grandes, que aquí sabe mil veces mejor que en cualquier otro lado. Ducha reparadora para sacar toda la mierda y barro que hemos pillado en la montaña y a comer por el pueblo. He de asegurar que no sólo se come bien en el Rawana ya que parece ser que en toda esta zona de montaña tienen una gastronomía propia muy cuidada, selecta y fina, abundante en vegetales de todo tipo muy frescos y donde los fritos o rustidos tan propios de otros lugares del país aquí no tienen cabida. En cualquier lado se pone uno como el Kiko. Da gusto.
La tarde empleada al relax total, al perreo en el restaurante de la Guest House, a la conexión a internet para actualizar el blog y colgar fotos en el Feisbuk, a escribir algunas postalillas y poco más. De vez en cuando también hay que desconectar. Tras cenar y degustar nuevamente las exquisiteces de la casa, el restaurante estaba a tope hoy, nos hemos sentado al fresquito de la noche a charlar un rato hasta que el sueño nos ha llamado.
Por cierto, mis ojos mucho mejor. El hinchazón casi ha desaparecido y la infección que ayer se puso de un amarillo pusoso muy feo, hoy ya es una costrilla. La crema ha hecho su efecto y aunque es molesta y pica, cura.

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